Para que la piel se mantenga sana, hidratada y flexible es necesario que no se altere su pH. El pH fisiológico de la piel es 5.5; es el indicador del grado de acidez de la superficie cutánea, que posibilita la acción barrera y protege el organismo de posibles infecciones y contagios.
El pH de la piel varía de forma natural en función de diversos factores, siendo los más importantes la zona concreta del cuerpo y la edad, con los cambios hormonales que se le asocian. En cualquier caso, es muy importante no producir alteraciones con productos que no estén formulados con el pH apropiado para cada situación.