La piel se define como sensible cuando se da una hiperreacción frente a diversos estímulos, como por ejemplo factores ambientales o productos de aplicación tópica.
Actualmente los estudios epidemiológicos recogen una tendencia ascendente en la percepción de personas que dicen tener la piel sensible, sin distinciones significativas entre los dos sexos.
La tonalidad de la piel parece tener una influencia directa en esta percepción, siendo las pieles más claras las que tienen mayor probabilidad de sufrir quemaduras solares, siendo este un indicador comúnmente asociado a la piel sensible.
La sensibilidad cutánea también parece variar con la edad, siendo más acusada en las primeras etapas de la vida y en la vejez. Por tipos de piel, la población que más se manifiesta respecto a esta percepción de piel sensible es aquella con piel seca, seguida de piel grasa y finalmente piel normal.
Debido a las diferencias fisiológicas y neurosensoriales de las distintas partes del cuerpo, la zona más afectada suele ser la cara y, en menor medida, las manos, el cuero cabelludo y los pies.
Esta patología supone una importante repercusión psicológica para las personas que la sufren, con un deterioro apreciable de su calidad de vida.
Es un síndrome de origen multifuncional, en el que la hiperreactividad de la piel puede ser de origen genético pero su manifestación puede desencadenarse o agravarse por diversos factores:
- Productos de aplicación tópica
El uso de productos de aplicación tópica, ciertos medicamentos y cosméticos, así como tratamientos físicos como peelings, lásers o rayos UVA, pueden desarrollar cuadros de piel sensible en las zonas de aplicación.
- Factores medioambientales
El frío, sol, aire, calor, aire acondicionado y contaminación favorecen la manifestación de la piel sensible, sobre todo en ambientes fríos y con humedad, ya que provocan una disminución del contenido en agua del estrato córneo.
El frío excesivo reduce las secreciones que mantienen la película hidrolipídica, mientras que el calor estimula la sudoración, que al evaporarse provoca que la piel se seque y sea más propensa a la irritación.
La radiación solar y los contaminantes medioambientales generan radicales libres que debilitan las defensas naturales de la piel.
La exposición al sol provoca resecamiento e irritación de la piel.
- Estilo de vida
Factores como la dieta (exceso de alcohol, tabaco, café o especias), hábitos de higiene (lavados excesivos o a altas temperaturas, afeitado, depilado, abuso de productos de higiene corporal) y la exposición a productos químicos, todos ellos inciden en la sensibilidad de la piel.
- Edad
En los bebés el estrato córneo es delgado y posee una función barrera limitada, siendo muy sensible a factores físicos, químicos y ataques bacterianos, así como a las radiaciones solares.
Con edad avanzada la función barrera de la piel se va debilitando y se produce déficit de lípidos y un nivel alto de pérdida transepidérmica de agua, haciendo que la piel sea más susceptible a la acción de otros agentes.
- Factores hormonales
Los cambios hormonales que tienen lugar a lo largo de la vida –pubertad, ciclo menstrual, embarazo y menopausia– pueden afectar a la resistencia cutánea frente a agentes irritantes.
- Tonalidad de la piel
Las pieles claras son más propensas a sufrir quemaduras solares y a presentar sensibilidad cutánea.
- Patologías cutáneas
Acné, rosácea, dermatitis atópica o dermatitis seborreica hacen que la piel se vuelva más sensible a sustancias irritantes, como colorantes, alcohol, perfumes, etc.
Las personas con alergias son también más susceptibles de presentar piel sensible.
Los factores psicológicos son desencadenantes frecuentes hipersensibilidad cutánea, siendo el estrés y la falta de sueño los más importantes.
Si estos factores van acompañados de alimentación deficiente y bajos niveles de hidratación, los síntomas se ven aumentados.
Funciones protectoras de la piel
La película hidrolipídica de la piel, compuesta de agua, ácidos grasos y lípidos protege la superficie de la misma.
Su pH ligeramente ácido (alrededor de 5), protege la piel de bacterias y neutraliza agentes alcalinos como los jabones.
El estrato o capa córnea es la barrera física de la piel, donde los lípidos llenan los espacios entre las células. Al ser permeable, regula la pérdida y penetración de líquidos, y realiza un papel clave en el mantenimiento del nivel de hidratación de la piel para que ésta luzca suave y lisa.
Todos estos procesos están regidos por reacciones enzimáticas que, con piel sensible, se ven afectadas deteriorando la función de la barrera natural y reduciendo la síntesis de lípidos.
Como consecuencia, aumenta la pérdida transepidérmica de agua y se facilita la penetración en la piel de agentes irritantes.
Manifestaciones de la piel sensible
Se han observado los siguientes fenómenos:
- Reducción del nivel de tolerancia de la piel.
- Deterioro de la función barrera, aumentando la pérdida transepidérmica de agua.
- Alteración de la actividad neurosensorial de los nervios de la piel.
Se ha establecido como mecanismo desencadenante de la sensibilidad cutánea la penetración anómala en la piel de sustancias irritantes, debido a la alteración de la función barrera de ésta, acompañada de una aceleración de la respuesta nerviosa.
Esta penetración anormal viene provocada por un aumento de la permeabilidad del estrato córneo, debido a un adelgazamiento del mismo y a la alteración de la calidad de los lípidos intracelulares.
En consecuencia se produce una disminución del umbral de tolerancia de la piel, al quedar alterada la protección de las terminaciones nerviosas aumentando la reactividad frente a irritantes y agentes exógenos.
Según la intensidad de los síntomas, se pueden distinguir tres grados de piel sensible:
Tratamiento
Todo tratamiento pasa por evitar los agentes desencadenantes. Deben usarse cosméticos con pocos ingredientes y ausencia de agentes sensibilizantes e irritantes.
Para la prevención y ayuda se recomienda:
- Uso de pocos productos cosméticos, elegiendo siempre los destinados a pieles sensibles.
- Realizar una prueba en la parte interna del antebrazo antes de utilizar un cosmético por primera vez. Evaluar posibles efectos adversos en la zona a las 24h de su aplicación.
- Formulaciones libres de perfumes y alcohol. Algunos colorantes también pueden provocar efectos adversos en personas con piel sensible.
- Evitar los jabones alcalinos.
- Evitar duchas muy frecuentes y a altas temperaturas.
- Cremas hidratantes con texturas suaves y con ingredientes que aporten hidratación extra a la piel.
- Secar la piel con toques suaves, sin frotar.
- En ambientes con temperatura alta o aire acondicionado, aplicar crema hidratante varias veces al día.
- Productos de higiene con tensioactivos suaves y no irritantes para no debilitar la capa lipídica de la piel.
- Evitar productos exfoliantes físicos y químicos, ya que destruyen la película hidrolipídica. Aplicar productos hidratantes suaves después del afeitado.
- Evitar productos con alfahidroxiácidos (AHAs), retinol o tretinoína.
- Abandonar el uso de productos que provoquen reacciones adversas o incomodidad con su aplicación.
- Evitar cambios bruscos de temperatura y la exposición al sol, frío o calor. No tomar el sol en las horas centrales del día y aplicar siempre productos de protección solar. Evitar procesos de bronceado con lámparas, como los rayos UVA.
- Limitar el consumo de alcohol, café y especias.
- Evitar el consumo de tabaco, ya que produce radicales libres perjudiciales para la estructura celular de la piel.
- Dieta equilibrada y rica en antioxidantes (Vitaminas A, E y C).
- Evitar el estrés y dormir las horas adecuadas a cada edad.